Hay áfidos con alas y sin alas. Por lo general, la primera generación en romper el huevo después del invierno no tiene alas, sin embargo, tras varias generaciones puede ocurrir que no dispongan de más espacio en la planta, lo que dará lugar al nacimiento de una generación de áfidos con alas que podrán migrar a otras plantas. Todos los áfidos nacidos de los huevos puestos en invierno serán hembras, y más generaciones de áfidos hembra verán la luz en primavera y verano. Las hembras pueden vivir hasta 25 días, durante los cuales pueden llegar a producir hasta 80 nuevos áfidos. La reproducción de primavera y verano es asexual, sin la intervención del macho.
Los áfidos se alimentan de la savia del floema, causando un desajuste en el metabolismo de la planta que desemboca en la torsión de las hojas y, en casos extremos, la pérdida de las mismas, lo cual afectará a la cantidad y calidad final de la cosecha. Además, los áfidos introducen toxinas en la planta, alterando de forma sistémica el desarrollo de esta.
Por otro lado, la melaza segregada por los áfidos es un medio ideal para el desarrollo de una gran variedad de hongos, los cuales formarán una barrera en la hoja impidiendo que esta pueda absorber toda la luz que le llega.
Sin embargo, el efecto más dañino de los áfidos es la transmisión de virus. Los áfidos pueden transmitir docenas de virus de una planta enferma a una sana en cuestión de segundos, especialmente los alados. El mayor problema con los virus es que no hay remedio contra ellos, de modo que la infección de una planta que no es tolerante o resistente a ellos conducirá inevitablemente a una disminución de la producción.
Hay varias técnicas de cultivo que pueden ser utilizadas para prevenir o minimizar la infección de áfidos, las cuales incluyen:
Entre los enemigos naturales de los áfidos se incluyen las mariquitas y las crisopas. Las larvas de crisopa verde (Chrysoperla sp.) son voraces depredadores de áfidos. Otra solución para el control de esta plaga sería rociar la planta con CANNACURE.