Cultívalo tú mismo: Nabos

Cultívalo tú mismo: Nabos

Color amarillo pálido, nudosos, irregulares y con hojas que pueden causar serias irritaciones, así son los nabos, por lo que no es de extrañar que pasen desapercibidos al lado de su atractiva prima, la zanahoria; y es que incluso en el mundo de las verduras las apariencias cuentan. Pero ha llegado el momento del renacer, así que dad la bienvenida a los pálidos pero nutritivos, sabrosos y muy de moda ¡nabos!

Érase una vez en Roma..

Cultívalo tú mismo: Nabos

La historia nos enseña que fue la decadencia la que acabó con el Imperio romano. Lo que está claro es que culpa de la comida no fue, incluso cuando, a veces, esa decadencia tomase la forma de grandes orgías de locura culinaria y de ellas formaran parte los nabos, ya que estos eran considerados un lujo para nuestros antepasados romanos. En Roma, los nabos solían ser más pequeños (la planta original era del mismo tamaño que una zanahoria), pero cuando las tropas romanas se desplazaron hacia el norte se llevaron consigo el Pastinaca sativa, y fue en esas regiones más frías donde el nabo aumentó de tamaño y y mejoró en sabor, esto último debido a la exposición a los fríos intensos. Este es el motivo por el que se suele dejar la recolecta para después de la primera helada.

Nuestro querido nabo también fue muy popular en la Edad Media debido a lo fácil de su cultivo y almacenamiento para una larga temporada, un alimento ideal para aquella época sin frigoríficos. Sin embargo, en 1536 llegó la patata a Europa y pronto quedó claro que al nabo le quedaban dos telediarios en el puesto que ocupaba en el ranking de popularidad. La fama patata creció tanto y tan rápidamente que llegó un momento en que el nabo quedó casi completamente en el olvido. Pero ahora, sin Jedis ni espadas láser, pero acompañados de la misma fuerza, nos encontramos ante ¡el retorno de los nabos!

Flores amarillas

Los nabos, como las zanahorias, son cultivos bienales, lo que significa que florecen en el segundo año, pero rara vez vemos sus fabulosas flores amarillas, porque solemos comérnoslos todos antes de que lleguen a ese estado de floración. El nabo pertenece a la misma familia que la cicuta, el apio, el perejil y el comino. Su planta (no la raíz, que es lo que nos comemos) es perjudicial para la salud y podemos pincharnos con ella, por lo que manejarla requiere el uso ropa de protección y así evitar la fitofotodermatitis, enfermedad por cual la piel se vuelve sensible a la luz ultravioleta y acaba sufriendo serias irritaciones parecidas a las quemaduras solares.

Cultívalo tú mismo: Nabos

Afortunadamente, la raíz es algo completamente diferente y llena de bondades, ya que el nabo tiene incluso más vitaminas y minerales que la zanahoria. Es especialmente rico en potasio, con 600 mg por cada 100 gr, y una buena fuente de fibra alimentaria. Además, tiene un sabor dulce a nueces y su cultivo es pan comido. ¿Te queda algo de espacio en el huerto?

Cultivemos nabos

Cultívalo tú mismo: Nabos

Como ya hemos comentado, antes de la llegada de la patata a Europa los nabos eran muy populares en la cocina. Pocas verduras resultan tan fáciles de cultivar, tan nutritivas o tan versátiles y las tenemos frescas durante el invierno, incluso mejorando su sabor al llegar el frío, especialmente cuando las heladas alcanzan las raíces.

El suelo es el factor más importante en su cultivo. Si les ofreces un suelo fino y arenoso obtendrás raíces deformes y pequeñas, ya que el que más les gusta es uno algo más arcilloso y nutritivo. Es mejor que no haya sido abonado recientemente porque provocará que el nabo crezca bifurcado, pero casi cualquier suelo bien drenado producirá una buena cosecha.

A los nabos no les van los terrenos ácidos, prefieren los ligeramente ácidos, neutros o ligeramente alcalinos, por lo que sería aconsejable analizar el suelo con un kit de análisis químico varias semanas antes de preparar la cama de tierra para las semillas y, si fuese necesario, añadir cal hasta alcanzar un pH de 6.5. El lugar que escojas para la siembra no es tan importante como el suelo porque, aunque prefieren los espacios abiertos y soleados, también crecerán felizmente en un lugar ligeramente sombreado.

Plantemos las semillas con amor

Tradicionalmente, el momento para la siembra de las semillas de nabo es a final del invierno, pero, a menos que sea un invierno sea suave, el suelo estará congelado o demasiado mojado para hacerlo, por lo que, la mayoría de los años, tendrás que esperar a principios de primavera para sembrar. Aunque los nabos disfrutan de un cultivo largo, también podrás sembrarlos más tarde, incluso a finales de primavera y aun así tu cosecha merecerá la pena.

Asegúrate de que las semillas sean frescas porque no son un tipo de semilla que aguante bien. Antes de sembrarlas haz un agujero en el suelo de 2,5 cm de profundidad. Si vas a plantar varias filas asegúrate de separarlas entre 30-45 cm y las semillas entre sí 5 cm. Una vez tengas la semilla en el agujero, cúbrela con tierra (la tierra tamizada es la mejor para esto) y compáctala. Riega el área si el clima es seco. Tardarán entre 3-4 semanas en germinar y es bastante probable que los nuevos retoños se pierdan entre la aparición de malas hierbas, por lo que tendrás que quitarlas frecuentemente y con cuidado.

La cosecha del nabo

Tus nabos estarán listos para la recolecta a mitad del otoño, pero hacerlo entonces sería una lástima, porque te perderías el mejorado sabor que adquieren al exponerse a las heladas, que hacen que aumente su contenido de azúcar. Los nabos pueden ser recolectados hasta mitad de enero.

Cultívalo tú mismo: Nabos

Los nabos pequeños sembrados en suelo ligero pueden ser recolectados una vez se haya removido el suelo que les rodea con una horca, pero el mejor modo de hacerlo sin dañarlos suele ser cavando. Par ello, comienza al final de la fila cavando un hoyo al lado del último nabo de la misma profundidad que este y remueve la tierra que rodea a la raíz para que se suelte y puedas extraerlo fácilmente. En ocasiones su extracción te resultará más costosa porque tendrás que cavar más, ya que siempre están bien arraigados al suelo y alcanzando un tamaño de 15 cm o incluso más.

Consejo para su almacenamiento

Aunque los nabos que mejor saben son los que van directamente del huerto a la mesa, puedes almacenarlos del mismo modo que las zanahorias. No los metas en el frigorífico, mejor colócalos en capas de arena seca o turba en una caja de madera. Cúbrelos para preservarlos de la luz y deja la caja en un lugar fresco, seco y bien ventilado.

Receta: Patatas fritas de nabos

Pero también puedes no almacenarlos y hacer patatas con ellos directamente. A nosotros nos encanta, así que aquí te dejamos la receta. Recuerda que es importante cortarlos tan finos e igualados como puedas.

Ingredientes:

500 gr de nabos
1 cucharadita de sal
2 cucharadas de aceite para freír
½ cucharadita pimienta negra
½ cucharadita paprika en polvo
½ cucharadita de chili en polvo
½ cucharadita de comino molido
1 cucharadita de semillas de hinojo tostadas y molidas

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Mezcla el hinojo, comino, chili, paprika y pimienta en un cuenco pequeño y apártalo. Seca las tiras de nabo con papel de cocina, ponlas en un cuenco grande, rocíalas con aceite y salpícalas con la mezcla de especias. Añade sal y pruébalo. Acto seguido, colócalas sobre papel de horno sin amontonarlas. Calienta el horno a 250ºC y hornéalas durante 15-20 minutos rotando el papel de horno a mitad del horneado y volteando las patatas también con una espátula.

El tiempo de horneado puede variar dependiendo de varios factores, así que échales un vistazo de vez en cuando para asegurarte de que no se te quemen.

Están muy ricas con un par de amig@s y una buena peli.

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